domingo, 9 de agosto de 2009

PALABRAS Y ERROR


Es sorprendente como la palabra sirve para unir, distanciar, acercar, explicar, y entender, también en nuestra sociedad dividida y controlada por la fuerza sirve para separarnos y "atarnos" al error, la caída, la vergüenza, pérdida del dominio; cuando nuestra actualidad presente está dirigida hacia un fin en el futuro, se nos ata al pasado y se nos limita al presente todavía abstracto y desdibujado con respecto a un futuro: ocultar lo nuevo, marginar más los ya marginados. El lenguaje aparece como una detención en ese estado intermedio, como un valor agregado, un remache de nuestra dependencia.
Ejemplos... "no entiendo" ("burro...afuera...castigo"),"me caí" ("torpe, débil...."), enfermo ("apártenlo, enfermo..."), anciano (" fuera, aíslenlo, fuera, viejo"), "somos minoría" ("sos menos, sos poco, una sola dimensión, superficial, aparente"). Al que se cayó, cuando se le dice "torpe" se le presta una imagen estática, que lo fija en su dependencia con respecto al suelo, también estático y uniforme, se le quita la imagen propia de levantarse.
Está trabajando atado fijo a un escritorio, a una máquina,... etc. El error.
Observemos que todas estas situaciones son novedosas, puntuales, y se recortan por sí solas. Cuando se nombra a estas situaciones en forma dominante, despectiva, cosificante, el que lo hace también se queda a mitad de camino, trata de aquietar la imagen del conflicto, a pesar de todo, ve en el otro a otro ser humano, pero que lo desequilibra; esta actitud irresoluta, no solidaria, subjetiva, es producto de un entramado cultural que tampoco le permite a éste el amor a sí mismo y verse en el prójimo.
Cada acción supone unir una herramienta con otra, o nuestro cuerpo con cosas, recibimos impactos de luz y sonido, alimentos, actividades sexuales, ropas, etc. Tratamos de conocer (que en este mundo es difícil), nombramos. Es fácil poner etiquetas, hay necesidad de orden, de unidad. ¿Qué orden? Recibimos como única opción lo aparente, lo superficial, lo costoso, el trabajo estancado, la profundización sistemática de la educación y la política en el error, en las diferencias, no en lo que nos une. No confundir con sometimiento, la desidia, la resistencia, la defensa y la verdad.
Hablando de palabras, las palabras con sus dimesiones de 2 mm. de alto y 3 ó 4 cm de largo, también se recortan, son ocasionales, parciales, parecidas al error. La palabra siempre está frente al objeto. Cada cosa tiene un nombre, un precio. Las palabras no funcionan como los objetos.
Las palabras separadas, solas, no articuladas en una lectura lineal gramatical, se desfuncionalizan, pierden término y relación, son irresolutas: "torpe", "burro", "pobre" etc...
La función verdadera de la palabra es justamente lo contrario, aliviar el error, reconstruir en un mínimo sector (la escritura) experiencias costosas y de largos tiempos en un presente de fácil uso por la posibilidad que tiene el lenguaje de unificar en un mismo plano distintos tiempos, distancias, relaciones, unir situaciones separadas y proyectarnos en relaciones todavía no actuales.
La palabra, de reducida dimensión, sirve para nombrar y abarcar imaginativamente realidades inmensas y complicadas, no puntuales, como en lo antes dicho. Por ejemplo la palabra "Patria", de 2 mm cada letra y tres cm de largo, puede llegar a nombrar en forma abstracta y difusa multitud de cosas, seres humanos y posibles relaciones.
La palabra Patria o Europa o África como tantas otras palabras extensivas, cuando se las utiliza sin estar estructuradas con una acción o trabajo inmediato, concreto, como elemento de dominio ideológico son pura imaginación desdibujada, subjetiva, "voluntarista" pero son el remache de nuestra dependencia, voluntad para dar poder de quitar poder a otros seres humanos sin poder inmediato, también ellos, sobre las cosas y sobre sí mismos.
Lo único que queda es la distancia entre nosotros y la realidad que nombramos, distinta en lo que no nombramos, en lo difuso, en lo superficial, lo aparente.
Lo difuso es un neo error.
La comparación múltiple, concreta, y fácil, produce placer, conocimiento, y libres posibilidades.
Los materiales sin vida, las cosas, son islas de materia, aisladas, incomunicadas. Cuando caemos o erramos quedándonos en el error, etc., pasamos a depender de lo parcial, de la cosa, de la materia inerte. Una piedrila en un zapato que nos produce dolor y provoca falta de dominio sobre la cosa, nos hace pasar a depender de la cosa, y no la cosa en función nuestra, como debe ser. La palabra, aunque vínculo relacionante, es parcial sin la función real de lo que nombra, abstracta, cosa, parcial, etc.
Cuando atamos al error la caída, lo marginal, lo distinto de otro ser humano, y lo aislamos, no lo comparamos, no lo relacionamos, no lo usamos, superficialidad; nos subjetivizamos lo estamos cosifícando, nos aislamos, le negamos dominio, contra imagen de nuestra propia dependencia.
Aprendemos a no atarnos al error, a levantarnos, a evitar el dolor, a apartarnos de la confusión.
Si clavamos cien clavos bien, recordaremos cuando doblamos uno, enderezémoslo, y clavémoslo, no lo dejemos doblado arriba de la mesa, una memoria de nuestro error. Tendremos placer y más riqueza de información al volver al fin con éxito, habremos aprendido. Nuestro recuerdo será útil, imagen a medida de nosotros mismos.

(De: "El error y otros textos",
Selección y edición del material
Ernesto Montequin,
Textos cedidos por Roberto Jacoby
Selecciones de Amadeo Mandarino,
Bs.As., 2000)
Ricardo Carreira


Ricardo Carreira. Poeta y artista plástico argentino. Nació en Buenos Aires en 1942 y murió en la misma ciudad en el año 1993. Pionero del arte conceptual, intervino en el Instituto Di Tella y realizó numerosas muestras individuales y colectivas, junto a artistas como Luis Felipe Noé, Juan Carlos Distéfano y Marta Minujín, entre otros. Sus poemas vuelven a nombrar el mundo, como reinventándolo desde la reiteración exasperante de algunas palabras claves, como quien ilumina fragmentos de una casa en ruinas -según define Ricardo Piglia, en el excelente prólogo a su obra-, complementaria de su actividad plástica, que incluía diversas performances. Siempre fue un outsider y nunca les prestó demasiada atención a sus poemas, distribuidos entre los amigos en fotocopias, hasta que póstumamente la Editorial Atuel, los publicó en una edición al cuidado de Roberto Jacoby.


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